Buenos Aires, 21 de noviembre (Télam, por Oscar González*).-
La sanción por el Congreso de varias leyes clave -recuperación del sistema previsional solidario, rescate de la aerolínea de bandera, democratización de la comunicación, asignación universal a la niñez- fue el logro de mayorías parlamentarias plurales que demostraron la voluntad política común de apuntalar cambios de indudable orientación progresista.
Aquella conjunción tuvo como protagonistas fundamentales a los legisladores oficialistas aunados a representantes de otras fuerzas, particularmente aquellas situadas a la izquierda del arco político, la llamada centroizquierda.
Esos avances llevaron desazón a quienes desde la vereda derecha del espectro pensaban que el famoso episodio de la 125 o acaso el resultado electoral de junio iban a obturar el ciclo de reformas iniciado en 2003.
Para recomponer el ánimo, cierta oposición se abonó al espejismo de que el 10 diciembre próximo, cuando se renueven ambas cámaras, habrá la ocasión de arrebatar espacios parlamentarios para condicionar al gobierno nacional e interceptar el camino de innovación política e inclusión social.
Pero sucede que la renovación parlamentaria permitirá la entrada en escena de una respetable representación de centroizquierda que, aunque no es un contingente unívoco, puede enriquecer el debate durante el año legislativo que abrirá la Presidenta el 1ø de marzo próximo.
Y como nada hace pensar que el rol del Parlamento se diluya y, menos que el Ejecutivo pierda la iniciativa de propiciar proyectos importantes, es oportuno reivindicar los mecanismos de acuerdo que llevaron a buen puerto las leyes decisivas cuya sanción honra al Congreso.
Hubo que poner flexibilidad, espíritu constructivo y hasta un cierto estoicismo de parte de los negociadores, lo que enaltece el objetivo alcanzado ya que las coincidencias no disolvieron las identidades de cada uno de los actores ni exigieron subordinación alguna.
Rescatar esa experiencia de articulación entre la centroizquierda y la representación oficialista a la hora de integrarse el nuevo Parlamento es sustancial para consolidar una verdadera política estatal de cambios que no puede imaginarse sin replicar y ampliar ese espíritu que imperó este año parlamentario que se cierra.
Lograr ese objetivo implica para el gobierno reconocer el valor y la riqueza de la diversidad y, para la izquierda democrática, superar el riesgo del narcisismo y el sectarismo. Para ambos, significa constituirse en protagonistas de su propio relato.
*Ex diputado nacional del Partido Socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
(Télam).-
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