Días pasados, el presidente del PS, Rubén Giustiniani distribuyó una carta titulada Socialismo y Ética. En ella, atacaba a quienes en las elecciones internas del 8 de junio le disputaremos los cargos de la Junta Nacional: nos acusaba de emprender una campaña sucia en su contra, promovida desde el kirchnerismo.
Ante semejante acusación, creemos que más que las palabras debemos considerar las acciones de Giustiniani. Porque la ética a la que él alude no se declama; se practica.
Y las prácticas de Giustiniani se expresan en su impugnación a ocho compañeros de nuestra lista porque –sostuvo- no figuraban en los padrones de la Justicia Electoral. ¡Vaya excusa! La Justicia Electoral no inventa sus padrones; los confecciona a partir de la información que le brindan las conducciones partidarias. Por ende, si la justicia no empadronó a estos compañeros es porque la mayoría que hasta hoy conduce nuestro partido le ocultó su condición de afiliados con plenos derechos para elegir y ser elegidos como autoridades partidarias. Y, vale recordar, estos compañeros a los que hoy el oficialismo le impide participar de las próximas elecciones que deberían ser democráticas por considerar que no son socialistas han compartido atriles, actos, campañas, encuentros, reuniones durante años con quienes hoy desconocen su militancia.
Cuando Giustiniani invoca a la ética, nosotros nos preguntamos si él fue ético cuando su ambición de poder lo llevó a desistir en 2003 de un acuerdo con el ARI santafesino que le hubiera posibilitado al compañero Hermes Binner asumir la gobernación en aquel año. Vale recordar que por entonces regía en Santa Fe la Ley de Lemas y que su aplicación permitió que las muchas listas con la que compitió el justicialismo sumaran sus votos para que Jorge Obeid superara por escaso margen a Binner. Aunque Giustiniani no ignoraba que eso sucedería, su afán de convertirse en senador nacional pudo más que su compromiso con el partido y con su provincia e impidió concretar un acuerdo que le hubiese dado al compañero Hermes los votos que le faltaron para ser electo.
Por cierto, no eran diferencias ideológicas lo que separaba a Giustiniani de los seguidores de Elisa Carrió; tal como lo demostró en 2007, cuando con indisimulado entusiasmo acompañó a esa dirigente como candidato a vicepresidente de la Nación.
La ética de Giustiniani volvió a exhibirse en 2005. En ese año, el PS porteño eligió autoridades y, supuestamente, consagraron ganadora a la lista encabezada por el compañero Roy Cortina. Decimos supuesto porque su adversario de entonces, Héctor Polino, impugnó el acto electoral aduciendo que en algunas mesas había existido fraude. La Cámara Electoral le dio la razón a Polino, anuló el comicio y le ordenó a la Justicia Federal de Primera instancia investigar el proceso electoral en el distrito.
Al año siguiente, Cortina se autoproclamó presidente del socialismo porteño y designó a la Junta que lo secundaría en su gestión. Varios socialistas de la ciudad recurrieron a la Justicia, la que desconoció a la conducción de Cortina y ordenó realizar nuevas elecciones.
Nada de esto turbó a Giustiniani, quien como presidente del socialismo a nivel nacional, ignoró todas estas irregulares, a pesar de haber sido debidamente notificado de ellas, y convalidó con su silencio el vergonzante proceder de Cortina.
Lejos de esta sospechosa pasividad ante el escándalo capitalino, Giustiniani se mostró más activo cuando dio vía libre a sus seguidores en el Comité Nacional para que cuestionaran el posicionamiento político de Jorge Rivas y lo sometieran al Tribunal de Disciplina en el momento justo en que las graves secuelas que le dejara un alevoso ataque criminal le impedían ejercer su defensa.
Por último, aprovechamos la ocasión para recordarle al compañero Giustiniani que no somos kirchneristas, sino socialistas y que, como tales, queremos un partido democrático, popular, pluralista y de izquierda. Lamentamos que él no comparta este propósito, al menos desde que un fuerte vínculo lo liga al proyecto de derecha que hoy se encarna en Elisa Carrió.
Compañeros, la ética se demuestra con acciones y no con palabras.
Ariel Basteiro
Diputado Nacional
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